Pensaba en lo raro que sería el reencuentro con sus padres, con sus compañeros en Madrid... Después de lo vivido casi todo carecería de sentido en cualquiera de los mundos, no le quedaba niguna pasión que esperimentar, el Baelrath se había apagado, y ella no volvería a sentirse poderosa y atormentada como un reflejo de Macha la roja. Le quedaba la paz, la paz y la tranquilidad por la que habían estado luchando mucho más allá de sus fuerzas, por la que todos sus amigos se habían sacrificado, por la que habían perdido tanto.
No podría vivir como una persona más en ninguno de los mundos, pero aún menos descanso obtendría en Fionavar... Ailerón era la última persona de la que aún no se había despedido.
Eran los ojos de Marta los que recorrían el pasillo hacia las habitaciones del rey, como Vidente de Brennin y por mandato expreso del propio Ailerón no necesitaba escolta. Él la esperaba en la antesala de sus aposentos donde no hacía tanto tiempo (aunque parecía vidas atrás) Agustín había jugado al ta' bael con Aillel la partida de su vida.
El rey no había conocido mejor momento, pero los festejos por el fin de la guerra que llenaban Paras Derval no parecían haber hecho mella en sus sobrias ropas marrones, Marta no pudo menos que imaginar el contraste que habrían hecho las ropas de Diarmiud en aquella estampa. Pero fue sólo un momento, pues al encontrarse con los ojos de Ailerón le sobrevino el peso de lo que tendría que decir y contuvo largo rato el aliento mientras sostenía su mirada.
Los ojos de Ailerón no tenían fondo, y tuvo que pestañear un instante para alzar la voz, la voz suave y tímida que a veces tenía Marta y decirle al fín:
-Mi rey... -Ailerón hizo un gesto de desagrado pero no la interrumpió. Ambos sabían que él le había pedido que no lo llamara así, ambos sabían que había un motivo para hacerlo...
-He venido a despedirme.- Hizo una pausa, y tomó fuerzas, le sorprendía que después de todo lo pasado de todas las veces que había tenido que forzarse para sobrevivir y hacer ganar al lado de la luz, de lo mucho que había sacado de su alma (sus almas), ahora le resultara tan difícil exponerse al completo, pero contituó calmada y serena con la actitud de una Vidente que tanto había practicado.- Soy una Vidente, no está en mi urdimbre compartir la corona, y no encontraré el reposo tan cerca de lo que anhelo. Cuando estemos todos, y cada uno haya tomado su decisión me iré a mi mundo y buscaré un lugar como el de Ysainne para encontrar todo el reposo que El Tejedor considere oportuno hilarme. Hasta entonces esperaré la llegada de Luvor en la cabaña de Ysainne.. - Se paró para añadir algo más, pero esas eran las últimas palabras que salían a su boca, la cara de Ailerón que la había estado mirando atentamente mientras hablaba, tenía un gesto perdido. Nada le decía que iba a pasar a continuación, y se sentía tan terriblemente fuera de lugar en aquella escena que inclinó levemente la cabeza y salió lentamente de la habitación.
En cuanto la hubo cerrado echó a correr por los pasillos del palacio. Con la mandíbula apretada, y vestida por primera vez desde hace mucho tiempo con la ropa de su mundo, Marta recordaba cómo había fallado tantas veces en el mismo punto, mientras sentía en vaivén de su pecho bajo la camiseta...
Al fin era tan humana como cualquier otro, y la mueca que tenía su cara mientras ensillaba un caballo se convirtió en una especie de sonrisa.
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