27 diciembre 2007

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
i podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisongera:
mas no de essotra parte en la rivera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
i perder el respeto a lei severa.
Alma, a quien todo un dios prissión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco Quevedo
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Recién rescatada una de las primeras poesías que me turbaron profundamente, y de la cual tengo impregnado el recuerdo en tantas ocasiones...
Pueden verse más cosas aquí




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