09 enero 2008

Ilusas desilusiones

Buscando palabras que me definan, lugares, más aún donde encontrarme para saber más de mí (como se de lo pequeño que me compone) reflexionaba hoy.
Cuánto, de qué terrible manera necesito ilusiones, sueños de todo tipo.
Los realizables día a día, pecata minuta, que mantienen saciado el orgullo, como sacian los espárragos con pechuga de pollo paladares que conocen el deshacerse suave y profundo de la cola de toro con calabaza.

Los otros, campañas de sueños a largo plazo, para los que se pone el empeño de una cuantiosa cantidad de vida, y en los que se invierten sangre sudor, lágrimas y más sueños como combustible... Hacen que los días pasen de manera dichosa, que la existencia tenga posibilidades de tener sentido, que sean mantenidas bondades que de otra forma no tendrían razón de ser.

Pero los que más, las que sin duda necesito son aquellas ilusiones que no puedo ni imaginar competamente. Esos sueños que de irrealizables, cuando los rozas llenan el alma con el conocimiento profundo de una una verdad superior. Esos que se van en el segundo en que llegan, sin que nada haya cambiado a su paso, esos que se olvidan como inexistentes por su brevedad, pero que reaparecen eternos al cabo de los años y perturban igual de intensamente.

Esos por los que vendería todas y cada una de mis realidades en un momento, los mismos de los que renegaría cuando me dan la espalda, al momento siguiente.
Es por esos que la frustración es tan parte de mí como la vida, y es a ellos a los únicos (los odie o no) a los que no renuncio...

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