27 octubre 2009

De una libreta regalo, que he desempolvado para ordenar he encontrado esto que por los recuerdos que me suscita dato del invierno de 2008 y aquí lo reescribo hoy:

Buscando cosas, aptitudes que me definan, un adjetivo infinito, lugares más aún donde encontrar, para saber más de mí, como de lo pequeño que me compone reflexionaba hoy.

Cuánto, de qué terrible manera necesito sueños de todo tipo; los realizables día a día, pecata minuta, que mantienen saciado el orgullo, como sacian los espárragos y la pechuga de pollo paladares que conocen el deshacerse suave y profundo de una cola de toro con calabaza. Los otros, campañas de sueños a largo plazo para los que se ponen el empeño de una cuantiosa cantidad de vida y en los que se invierten; (no siempre a plazo fijo) sangre, sudor, lágrimas y más sueños como combustible. Hacen que los días pasen de manera dichosa, que la existencia tenga posibilidades de tener sentido, que sean mantenidas cosas buenas que no tendrían de otra manera razón de ser.

Pero los que más, los que más necesito son aquellos sueños que no puedo ni imaginar completamente. Esos que de irrealizables cuando los rozas llenan el alma del conocimiento profundo de la verdad perecedera.
Esos que se van sin que nada haya cambiado, esos que se olvidan como inexistentes. Esos que reaparecen al cabo de los años y no han cambiado, y perturban igual de intensamente.

Esos por los que vendería todas y cada una de mis realidades.







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