A veces
cuando una pieza se va, la torre se queda sujeta.
El que
juega bien calcula los apoyos, los roces, e incluso el viento,
y si tiene
suerte después de todo, le queda la torre intacta.
A veces
otra mano nos empuja, nos arrebata la pieza que salía,
o nos
muestra simplemente lo rota que ya estaba
la torre
con la que jugamos.
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